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“Entre puentes y muros: La experiencia de una analista en Londres”

  • Foto del escritor: Maria Pia Ciasullo
    Maria Pia Ciasullo
  • 25 ago 2024
  • 8 Min. de lectura

Circunstancias de la vida me hicieron emigrar a Inglaterra, en julio del 2013; se siente la falta, se extrañan las costumbres, la familia, todo es nuevo, desconocido, hay un volver a aprender / un reaprender. De alguna manera es más que un volver a empezar …es un pensarse o repensarse.


En mi país ‘soy alguien’ … en mi país tengo nombre y apellido, tengo historia, vivencias, trayectoria, no preciso tarjeta de presentación. Las calles, los vecinos, los aromas, las costumbres; ¡estoy en casa!


Al emigrar, uno siente que pierde los referentes; aquellos referentes que nos dieron contención/estabilidad. Releer Jung en otro idioma, sostener un encuadre, expresar lo tantas veces pensado, se siente nuevo y ajeno.


Mudarme a Londres, supuso un desafío muy grande y a pesar del dolor, del desarraigo (y del sacrificio implícito), de lo que asusta, lo nuevo, y la incertidumbre, tenía las esperanzas de integrarme a una sociedad tan “colorida” como variopinta.


El escritor y poeta alemán Christian Morgenstern (1891), nos dice; tu casa no es dónde vives, sino es un lugar donde te comprenden.

 

Durante todos estos años de profesión, mis colegas, mi familia simbólica: la SUPA me había dado un marco referente de trabajo, protección y “aceptación”. Y esto tan internalizado no lo había cuestionado hasta llegar a Inglaterra, donde mis colegas, exigían requisitos muy estrictos a la hora de aceptar a esta colega de tierras “lejanas”, de las que su nombre, su trayectoria académica y profesional, poco les decía. Tuve entonces que revalidar “mis credenciales” y abrirme paso en un medio, que si bien, no fue necesariamente hostil, interpuso un muro de estrictos requisitos de admisión y reconocimiento profesional a traspasar.


El desarraigo supone dejar de lado algunos paradigmas y estar abiertos a lo nuevo y diferente. ¿Qué ropajes me pongo frente a los colegas ingleses?


"Estar integrado y unido es nuestra añoranza más profunda. Todo lo que hacemos y realizamos, lo que deseamos y queremos, pretende alcanzar y conseguir sobre todo una cosa: ser aceptado y reconocido en una comunidad a la que pertenecemos. El orgullo es el sentimiento básico que experimentamos cuando hemos realizado algo que nos asegura el lugar en la comunidad de aquellos a los que queremos pertenecer”. B. Hellinger.

 

Y en la añoranza de pertenecer también está la necesidad de crecer.

 

Puede parecer muy desatinado, que alguien a los 50 años se plantee un cambio tan drástico de vida y probablemente -como buenos Junguianos- se lo atribuyamos a la crisis de la mediana edad o, tal vez, sin caer en la arrogancia, a un “llamado del alma” o a la necesidad de reinventarme, de romper “arquetipos” o mandatos preformateados en el imaginario social o personal.

 

A este respecto, Jung nos dice:

 

¿Qué es, al final, lo que induce a un hombre a seguir su propio camino y emerger de la identificación inconsciente con las masas como si estuviera saliendo de una neblina envolvente?

 

No por necesidad, porque hay muchos que tienen necesidades y se refugian en la convención. No por cuestiones morales,  ya que nueve veces de cada diez decidimos también recurrir a lo convencional. ¿Qué es entonces que inexorablemente inclina la balanza a favor de lo extra-ordinario? Es lo que comúnmente se llama vocación; un llamado irracional que lo lleva al hombre a diferenciarse de la manada y así evitar los caminos establecidos.

 

Cualquiera que tiene una vocación escucha la voz interior; como un llamado.

 

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En el libro del Génesis, capítulo 12, versículo 1, el Señor le dice a Abraham, “deja tu país, tu familia y la casa de tu padre, por la tierra que he de mostrarte”. Dejar atrás tu país, tu familia y tus arraigos, supone desvestirse de esa Persona que nos acompañó durante tanto tiempo y con quien nos sentíamos en nuestra piel o en una zona de confort familiar. Quedamos necesariamente, desnudos y vulnerables ... despojados de certezas, frente a un nuevo desafío que se nos “impone” desde la individuación.


Perder los referentes externos; aprender a manejarse con otros códigos, sentirse foráneo, no tener el contacto tangible con los amigos, con la familia y colegas; nos quedamos, aparentemente, sin lugar ..., o cuanto menos con la necesidad de crearnos o forjarnos una nueva identidad. Pero estamos ligados a un lugar, sea consciente o inconscientemente. Precisamos saber dónde nos “localizamos” en relación a los sentimientos, a las ideas, en los vínculos, en los recuerdos que tenemos y que nos-tienen, un lugar tanto en el mundo externo como interno. Cuando estamos descolocados, precisamos poner las cosas “en su lugar”.


Al decir de Gustavo Barcellos: “pertenecemos a un lugar, una ciudad natal, un barrio, una casa o un mar. El pertenecer, pertenece a la constelación arquetípica del abrigo (del amparo, del cobijo). Allí también está el vientre, la madre, la tierra natal y la tumba”.


Intentamos tender puentes; puentes que atraviesan fronteras. Y por momentos nos damos de frente con muros que al decir de Barcellos; son las fronteras llevadas a su extremo patológico. Precisamos entrar en la idea de frontera para comprender la psique de nuestros pacientes.


Las fronteras hablan los muros nos dejan mudos.

“Hay fronteras por todas partes; fronteras de raza, de edad, de salud (entre enfermedad y cura), entre razón y locura y también fronteras psicológicas entre Ego y alma, entre Ego y el Otro, entre Ego e Inconsciente.  Evocan fantasías arquetípicas de territorialidad y dominio, soberanía e independencia, igualdad y diferencia, local o extranjero”.

Drexler; Fronteras.


TRABAJANDO CON OTRAS CULTURAS

¿Qué tan abiertos estamos a integrar culturas extranjeras? Actitudes diferentes hacia el género, sexualidad, religión, valores, individualidades y colectivos.


Nos hemos formado con patrones culturales establecidos para trabajar como analistas, terapeutas o supervisores, al decir de Murray Stein “los 10 mandamientos”. H. Abramovitch habla de un super-ego junguiano, una voz colectiva internalizada de cómo debiera ser un análisis junguiano. Como bien dijo William James: “Un gran número de personas piensan que están pensando cuando no hacen más que reordenar sus prejuicios”.


Pero a la hora de trabajar con otras culturas, tenemos que relativizar nuestras creencias y convicciones o al menos volver a re-flexionar sobre ellas.


DESDE LA TRADICION A LA INNOVACION (Crowther y Jan Wiener)

Las imágenes arquetípicas nos unen, nos ligan, pero cada uno de estos patrones arquetípicos encuentran en cada cultura, una manera de expresarse. En tanto especie humana, todos compartimos una herencia psicológica común. En este sentido es que podemos ofrecer ayuda psicoterapéutica a personas de diferentes culturas, tendiendo puentes entre la diversidad cultural.


El analista Español, Ricardo Carretero también hace referencia a los puentes y dice así: “La psicoterapia se estipula sobre el puente de sentido que se establece entre la psique del terapeuta y la psique del paciente. De la construcción de ese puente dialógico, pues, dependerá aquella interacción entre psiques que, tras comprender la naturaleza de la aflicción en la psique del paciente, permita luego que ésta se dirija hacia una vía de salud”.

 

En la primera fase, el paciente se halla en la orilla de la confesión (desesperanza, aflicción, dolor, el que padece; posición pasiva). Quiere comunicar la naturaleza de su dolor y hacerse entender. El terapeuta se encuentra en la orilla de la acogida de esa confesión, a la espera de que se establezca la condición adecuada para la construcción del puente de sentido. En esta fase el paciente se conecta con la esperanza (de su ser paciente, del que espera), vislumbrando futuro.

 

La cura proviene de la construcción de ese puente de sentido donde ambas psiques se ven transformadas.  Debemos ser humildes e ir más allá de nuestras presunciones culturales … y confiar en que el Self siempre está haciendo su trabajo.

 

EXPLORANDO COMPLEJOS CULTURALES E IDENTIDADES

 

La analista Británica Jules Cashford, nos habla de un inconsciente cultural o de un nivel cultural de la psique que existe entre el inconsciente personal y colectivo. Es así que  también podemos hablar de complejos culturales (al igual que de los individuales) y hacer referencia a la psicopatología de un grupo o nación. Thomas Singer se refiere a los complejos culturales como “un conjunto de ideas e imágenes, emocionalmente cargadas, que tienden a apiñarse en torno a un núcleo arquetípico y son compartidas por los individuos dentro de un colectivo definido”.


Para Anne Shearer los complejos culturales se basan en experiencias históricas repetidas que se enraizaron en el inconsciente cultural de un grupo. Generalmente tienen que ver con experiencias traumáticas, discriminación, sentimientos de opresión y de inferioridad.


Los C.C. son una expresión de la necesidad de pertenencia, brindan cohesión y un sentido de grupo y parentesco.


Estamos atravesados por los complejos culturales del lugar donde vivimos y probablemente, en cuanto menos discriminados estén nuestros complejos personales, más estaremos influenciados por los culturales.

 

¿LENGUA MATERNA U OTRA LENGUA?

 

La lengua materna refiere a la primera infancia, al desarrollo emocional y a los procesos de simbolización. El uso de otro idioma en psicoterapia puede estar utilizado como defensa, ya que fue aprendido en una fase posterior del desarrollo. Es el idioma que genera menos aflicción. Experiencias tempranas podrían estar solapadas con defensas.

 

Pero la verdadera escucha no “tiene idioma”. La escucha del corazón es más importante que la traducción del idioma. Hablar en otro idioma supone una doble interpretación, interpretar el idioma  (con sus diferencias culturales, sentido del humor, gestualidades) e interpretar el discurso per-se. “Hablar el mismo idioma” tiene otras implicancias, y no pasa por hablar la lengua materna.


Pero está la fantasía subyacente; “si habla otro idioma, entonces, piensa, siente y percibe diferente”.

 

Cuando hablamos otra lengua, perdemos los matices, las sutilezas; se escapan los lapsus y el humor.

 

En cuanto a la tipología, ¿será que hay alguna rotación de las funciones cuando hablamos otra lengua?  La función inferior es inconsciente. Cuando hablamos otro idioma precisamos encontrar la palabra “desconocida” (inconsciente) y tal vez, para ello recurrimos a la función inferior.

 

La Analista e intérprete rusa Kama Melik, en su artículo “Tendiendo puentes entre dos realidades” sostiene que cuando introducimos otra lengua (que no es la materna) sucede entonces una triangulación (analista-analizando-lengua).


Se constela el Hermes (en su fase Trickster), alterando sutilmente el significado de lo que interpreta, en la tonalidad, comentario e ironía.

 

El Idioma extranjero oficia de frontera, contenedor, un pilar que soporta el espacio neutral, un vientre que sostiene lo que aún no está pronto para emerger. Hace de puente entre consciente – consciente y marca una frontera a nivel inconsciente.

 

Pero el ansia de ser comprendido cruza la brecha que, en lugar de separar dos conciencias, las une.  El esfuerzo que hacemos para trasmitir sentido en otro idioma, permite que se construya un “puente de entendimiento”. Se pone en juego la función trascendente, sin mediar palabras.

 

Como dice mi amiga y colega Guislaine Morland, “escribir y pensar en otro idioma nos libera de esos otros roles que tenés en tu lengua materna. Y hablar más de un idioma le da a la persona la libertad de ir en contra de las reglas de una identidad colectiva”.

 

Pero sin lugar a dudas, estoy más presente hablando mi propia lengua.

 

DE REGRESO A CASA

 

Robert Frost (1914), transcribe un diálogo entre un granjero y su mujer:

 

“Todo depende a que te refieres cuando dices casa;

Tu casa es un lugar donde, cuando llegas, te tienen que dejar entrar.

 

Y ella  responde: tu casa es algo que de alguna manera te corresponde sin tener que merecerlo.”

 

Y esto es exactamente lo que sentí cuando volví a casa; me dejaron entrar …

 

 
 
 

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rogeliolara418
25 sie 2024

María Pía Ciasullo es Licenciada en Psicología, UDELAR (Universidad de la República Oriental del Uruguay).


Postgrado y Maestría en Psicoterapia con orientación en Psicología Analítica Junguiana, Universidad Católica del Uruguay.


Analista Junguiana, Senior Member IAAP (International Association for Analytical Psychology). Zurich.


Certificado Uruguayo de Psicoterapia (Federación Uruguaya de Psicoterapia - FUPSI)


Presidenta del IX Congreso Latinoamericano de Psicología Junguiana. Montevideo, Octubre 2023


Miembro fundadora de la SUPA (Sociedad Uruguaya de Psicología Analítica).


Miembro fundadora de FUPSI (Federación Uruguaya de Psicoterapia).


Miembro GAP (Guild of Analytical Psychologists) e IGAP (Independent Group of Analytical Psychologists), acreditada por el UKCP (UK Council for Psychotherapy).


Secretaria por Uruguay para la SUAPA (Sociedad Uruguayo – Argentina de Psicología Analítica).


Analista y supervisora en la formación…


Polub

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